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Tras la primera parte sobre la masa y la quiralidad de los neutrinos, tenía pensado escribir algo sobre las teorías de unificación que predicen algunos mecanismos de moda para dar masa a los neutrinos. Sin embargo, mientras me animo a ello, he encontrado un gran weblog con un artículo excelente sobre detectores de neutrinos que enlazo aquí, ya que viene como anillo al dedo para este tema y de paso os da a conocer ese sitio de temática relacionada con este:
Detector de Neutrinos
Empezemos hablando de fútbol. Los pocos que me leéis os preguntaréis por qué demonios voy a hablar sobre fútbol en este modesto weblog de física y cosmología, más el día después de la descalificación de España del mundial. La razón de la ciencia física, que maneja ecuaciones y cantidades, no es otra que comprender el universo en el cual todo es parte de un uno, todo está relacionado y nada es sin razón de ser. Y el fútbol forma parte de ello, sin duda...
Pero el caso es que estos días de fútbol me he estado acordando de Eduardo Chillida, uno de los artístas más profundos del siglo veinte, cuya vocación por la escultura nació tras una lesión siendo portero de fútbol en la Real Sociedad de Fútbol. Que el fútbol haya proporcionado a uno de los artistas mas grandiosos del pasado siglo es sin duda un tema que merecería ser tratado, pero probablemente no por mí... en fin, cómo es la vida. Dentro de dos meses se cumplirán ya cuatro años de la muerte de Eduardo Chillida.
Una de los temas recurrentes en Chillida es el horizonte, que, por cierto, es un concepto muy concreto en la cosmología actual. En el mar la distancia entre la orilla y el horizonte es insalvable, pero el horizonte seduce e invita a ser traspasado. A mis ojos esa imagen es una metáfora bellísima sobre nuestro anhelo por conocer, saber y analizar, estirándonos más allá de nuestra orilla cósmica en la que nos encontramos todavía (en palabras de Carl Sagan) y la veo, en una interpretación personal, expresada en el Peine del Viento (foto abajo).
Ese anhelo es el mismo que llevó a los hombres a embarcarse para cruzar heróicamente el mar descubriendo nuevos mundos y, también, el mismo anhelo que hizo germinar en griegos y egipcios la metáfora de la muerte como un viaje en barco a través de un mar hacia la vida eterna. La vida encontrando vida al otro lado de la muerte, deseando encontrarla, añorándola, y el deseo de conocimiento racional como búsqueda de nuestro orígen, intentando salvar fronteras inimaginables y buscando la verdad detrás de la apariencia.
No vi el viento, vi moverse las nubes;
no vi el tiempo, vi caerse las hojas.
Eduardo Chillida